domingo, 23 de octubre de 2011

DE LO QUE NO SE HABLA, PERO TODOS SABEN.

Narro, tal como se me contó:

Frederick tiene hoy (2011), 18 años. Un noche apareció en mi Facebook, cuya dirección le había dado un amigo suyo (no me dijo quién, ni pregunté). Quería hablar conmigo personalmente, para ver si podía ayudarlo. Lo cité en mi oficina.

Llegó cinco minutos antes de la hora acordada (posteriormente el conserje del edificio, donde está mi oficina, me dijo que “el joven” había estado merodeando como media hora).

Delgado, alto, caucásico, de pelo castaño y ojos claros y bien educado, distinguible por su forma de saludar y su forma de sentarse. Estudio en el Markham College hasta tercero de media, luego en el Colegio Santa María. Se graduó hace dos años, y actualmente estudiante de Bellas Artes en La Universidad Católica. Su vocación es ser escultor (sobre todo, por lo que he visto, cuerpos de mujeres, pero nunca termina la cara).

Después de las presentaciones regulares, y la información que arriba relato, entro directamente al tema.He cambiado algunos puntos para evitar la identificación.
Paso a contar lo que me dijo en sus propias palabras, con breves interrupciones mías.


“Mi papá murió en un accidente, cuando yo tenía cinco años. Mi mamá se casó de nuevo a las pocas semanas con un tipo, que era amigo de mi papá. Ahora creo que eran amantes, aun cuando mi papá vivía. El ‘tío’ era ingeniero y mi mamá trabajaba en el Ministerio de Educación como jefa de difusión y prensa. El ‘tío’ se mudó a nuestra casa. Era cariñoso conmigo, me traía dulces y regalos. No me gustaba, mi mamá pensaba que era por celos.

Un día, poco después de casarse con mi mamá, mudo su tablero y cosas de oficina a la casa. Yo lo trataba con respeto, pero no lo quería a pesar de los caramelos y juguetes.
Mi mamá tuvo que viajar por trabajo a una convención fuera del país. Me dejo encargado a mi aya Cande, y a mi 'tío' (que no es mi tío).
Casi el mismo día en que viajó mi mamá, empezó a tratar muy mal a mi aya. Le dijo que tenía que pedir permiso antes de subir al segundo piso.
No me gustó nada porque mi aya Candelaria, siempre ha sido muy buena conmigo, y sé que me quiere como la quiero a ella. Me hacía turrón de doña pepa en cualquier día del año (era un trabajo complicado y se iba lejos a conseguir membrillos para hacer la miel). Mi aya todavía vive con nosotros, mi 'tío' hace años que mi mamá lo botó. Nunca tuve hermanos.

Una noche, cuando mi mamá estaba de viaje, mi 'tío y yo mirábamos a Yola Polastri. Mi 'tío' se abrió la bragueta y sacó su pene duro. Yo me asusté porque intuí que eso no era bueno. Me cogió por el pelo, y me dijo: ‘chúpalo, te va a gustar’. Le dije que no, pero a la fuerza me cogió la cabeza, y me lo metió en la boca. Me faltaba el aire, olía mal, y sobre todo, sabía que estaba siendo abusado, ¿No sé por qué? Porque nunca mi mamá me había hablado de eso. Tenía cinco años.

No me atreví a contarle nada a mi mamá, cuando regresó. Creo que mi aya Cande, sospechaba algo porque noto mis cambios de humor y de conducta. Me hacía mucho cariño del bueno, y mi mamá, poco a poco se fue distanciando de mí, y mí acercándose más a mi 'tío'.

Ya mi mamá no me llevaba a comprar ropa y uniformes del colegio, o invitaba helados cuando pasaba el heladero frente a la casa. Candelaria, fue quien practícame me cuidaba y acompañaba con mucha ternura. Me enseño un poco de quechua. Misiñawi me decía (ojos de gato). Me llevaba al cine, a los corsos y varias veces a fiestas de su familia en Ate (con permiso de mi mama).

Pasé a ser un casi un adolescente, y se puede decir que vivía en la cocina. De vez en cuando, cuando mi mamá no estaba, el mierda se metía a mi cuarto y abusaba de mí, ya no solo con felatios sino que comenzó a violarme mientras yo lloraba. Lo único que me decía era: “No llores maricón, yo sé que te gusta”. El dolor y la humillación eran tremendos.

Un día mi aya Candelaria, cuando yo ya tenía 14 años, me interrogó, como ella sola podía, y me sacó la verdad. Apenas llegó mi mamá a la casa, me acuerdo que era tarde, le dijo: “¡Señora, tengo que hablar con usted delante de Frederick inmediatamente!". Lo dijo con un tono de autoridad, que nunca le había escuchado antes. Mi madre obedeció y nos sentamos en la cama de mi aya Cande, en su cuarto detrás de la cocina.

Le contó todo lo que yo le había contado. Mi mamá se resistió a creerlo y al día siguiente, en uniforme del Markham. Me llevo a la Clínica Americana. Allí un médico me revisó, y llamó a otro médico inmediatamente. Le dijeron a mi mamá que tenían que llamar a la policía "al instante". Si o si, y que, ella no podía oponerse porque se le vería como cómplice.

Vino una camioneta de la policía y nos llevaron donde un médico legista en la Avenida Aramburú. Yo no dejaba de llorar mientras mi mamá me acariciaba la cabeza, y diciéndome perdón, perdón; no dejaba de llorar ella misma”.

Mi 'tío' salió de la casa y fue citado por la policía, Nunca volvió ni a recoger sus cosas que mi mamá regalo a Los Traperos de Emaús, y una vez tuve que contestar preguntas desagradables ante un fiscal. los policías siempre fueron buena gente.


Allí le pregunté yo, si su madre había dudado en algún momento. Me dijo que no. Le explique al muchacho que yo no era psicólogo clínico, sino doctorado en Ciencia de las Comunicaciones (en ese entonces, psicología, ética, lógica y apologética), que no se aplicaba tanto al periodismo, sino a conciliar puntos de vista importantes (si ayudo a varios clínicos, cuando estos se encuentran en una encrucijada, generalmente entre padres y adolescentes, pero hasta allí nomás).
Le pregunte al muchacho, ¿Por qué me había buscado a mí? Me contestó que “por referencias”. No le pregunté más.


SIGO:

“Mi mamá, esa tarde, me llevó a casa de una tía, hermana de ella. Mi tía escuchó lo que pasaba, y no sé cómo, al día siguiente todos mis primos sabían, y cuando fui al colegio, todos estaban enterados. Era horrible. Terminé tercero de media en el Markham, y al año siguiente me pasaron al Colegio Santa María en Chacarilla. Allí también se había esparcido el chisme, pero como era un colegio católico, dirigido por buenos curas, encontré más comprensión, entre mis compañeros, e hice buenos amigos. Amigos que lo son todavía ahora.

“Mi problema señor Coco es que…” No me digas ‘señor’ que no estamos en el cuartel. Risas…

“Bueno Coco, mi problema es que estoy muy confundido, me gustan algunas chicas, pero no sé cómo acercarme. Tarde o temprano les llegará el chisme”.

Mira Frederick, tengo dos amigos psicólogos que se han especializado en casos como el tuyo. Yo te escucho con atención cuantas veces quieras y te puedo señalar el rumbo, pero como profesional no me puedo meter en un tratamiento psicológico clínico o psiquiátrico, porque no es lo mío,

y me puedo equivocar, y eso sería imperdonable. ¿Me entiendes?

Allí pasamos a hablar de otras cosas y nos tomamos una copita de vino.

Lo he visto innumerables veces. Me viene a visitar con su nueva (y única) enamorada (quien está enterada, pero lo quiere).
El tratamiento que está siguiendo parece estar dando muy buenos resultados. Ama, bromea, ríe y se le ve feliz.

Sé que hay muchos casos parecidos en todos los estratos sociales, pero como se les ayuda si no hay quien los escuche y los trate. ¿Qué hacemos?
Por los periódicos y la TV se ve de casos similares todos los días, pero son los más pobres que sacan los trapitos al aire, pero los clasemedieros y los ricos, nunca aceptan o difunden lo que pasa dentro de sus propias familias.


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